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lunes, 31 de julio de 2023

NOCHE DE HADAS, LIRISMO Y FOLK ROCK EN LA ANTESALA DEL CIERRE EN JAZZ SAN JAVIER

 La actriz y cantante Roxane Arnal junto al pianista y cantante Baptiste Bailly ofrecieron un relajante concierto que el público supo valorar muy positivamente. Después, se desató el ciclón de The Waterboys que arrolló todo lo que se encontró a su paso.

                                    Andrés Garrido / Goio Villanueva

 La penúltima jornada del XXV Jazz San Javier fue otra de las denominadas contrastadas y, tal vez, la de las músicas colaterales al jazz. Fue ésta, una noche en la que el jazz puro dejó espacio a la belleza, el lirismo y la magia trovadora de la cantante francesa Roxane Arnal que junto al pianista Baptiste Bailly (como explicó ella) llegaban a San Javier para presentar el último disco que ambos han grabado bajo el título de “Elior”. Un concierto que, sincera y satisfactoriamente, fue como una isla en el mapa de esta XXV edición. Después, un torrente sonoro de blues, rock y folklore irlandés con el grupo que continúa liderando Mike Scott, que ha conformado con nuevos músicos: The Waterboys. Como se puede leer, contrastes musicales donde los haya e, insisto, la jornada menos jazzística de la presente edición de Jazz San Javier, pero, paradójicamente, la que más público congregó con un auditorio Parque Almansa lleno hasta la bandera. Les detallamos lo acontecido.

                 El dúo protagonista de este concierto: Roxane Arnal y Baptiste Bailly

La actuación de esta cantante francesa de figura frágil y menuda estatura -aunque enorme como compositora y cantante- apareció en el escenario y con las primeras notas musicales dio las buenas noches presentando la primera canción que, señaló, “es una canción que os inspira la letra que os venga. Es una canción vuestra y se llama “Point My Song”. Gracias”. Ahí se inició todo este concierto plagado de bellas partituras, de canciones dulces como la propia Roxane que era acompañada, además de por Baptiste Bailly en los coros y piano, por Clément Faure en guitarra acústica y bajo eléctrico; Ales Cessarini, en el contrabajo, y el baterista y percusionista Antony Gatta. Tras esta primera muestra, la actuación continuó con una partitura que en palabras de Roxane Arnal habla de amor; de un amor platónico, de trovador, titulada “Come Back To Me”, a la que añadieron una “Coda” instrumental a la que se sumaba, casi al final, la voz de Roxane, de gran belleza.

                        Ales Cesarini es un contrabajista muy demandado

El público se arrancó con un gran aplauso unánime para este quinteto de grandes músicos y mejores creadores, como son este dúo francés conformado por la actriz, compositora, guitarrista (excelente, por cierto) y cantante Roxane Arnal y el pianista, compositor y cantante de Lyon, Baptiste Bailly. Juntos llevan ya publicados dos discos enormes de creatividad, de los que fueron presentando algunas de sus piezas en esta noche de hadas, al menos en esta primera parte. El concierto continuó, con un tema del que, previamente, Baptiste preguntó si a los presentes nos gustaban las montañas rusas. Una vez comprobado que a buena parte sí, detalló que a ellos también y podían haber realizado una fusión de ambas ideas (la de Arnal y la propia) para presentar un
total. Pero no fue así, concretó Bailly. “Nos gusta que de surja una melodía o idea e inmediatamente, el contraste del otro, de la idea diferente. Eso es el próximo tema titulado “Rushed To Fly”, finalizó. Y nueva muestra de la belleza y fuerza como resultado de unir ambas ideas, pero no fusionadas.

                         Clément Faure tocó el bajo eléctrico y la guitarra

Tras dar las gracias por los aplausos, Roxane explicó que la siguiente canción iba dedicada a la cantante norteamericana Gillian Welch (que la ha inspirado mucho), indicó, cuyo contenido habla del comienzo que tuvo Welch en la vida tan difícil. El tema se titulaba “No One Knows My Name”, al que unió “I’ll Flay Away”, en una versión más ampliada que en el disco, como muestra de esa admiración. Tras ella, Roxane Arnal anunció una canción cuya letra para corear era “la, la, la, lara, la…” Ensayó un poco con el auditorio y finalmente indicó: “Intentaré no llorar”, en plan broma. Entonces sonó “Little Bird”, también de su reciente disco de 2022 “Elior”. El público se mostraba ensimismado con Roxane Artal y Baptiste Bailly. Los aplaudían mayoritariamente y se les veía como envueltos en un halo mágico, como de hadas. Y el hada mayor, Roxane, explicó la siguiente canción, que hablaba de la frontera divina -que en esa letra existe- en un río; “no es un río que nos separa, sino que nos une” explicó. La pieza se titula “Divine”.

               Un momento del concierto en el que Roxane Arnal descansó en el suelo

Nueva muestra de cariño y reconocimiento del auditorio hacia esta formación francesa que lideran Roxane Arnal y Baptiste Bailly, que ya había logrado concentrar toda la atención de los presentes en su propuesta musical. En el programa de mano se podía leer que el estilo de Roxane posee reminiscencias de Norah Jones o Eva Cassidy; escuchando sus discos y este concierto en el XXV Jazz San Javier podemos opinar, de manera personal, que estaría a caballo entre ambas, pero ha logrado tener personalidad propia en su estilo. Como nos siguió demostrando en esta actuación a través, ahora, de “If I Lead”; una canción en la que nos reflejaba lo aprendido al bailar en pareja, donde hay un líder y un seguidor. Roxane, con esa dulzura que posee de manera natural, indicaba al público: “¿Y por qué no hacemos eso en la vida? Tenemos tantas cosas que aprender…” Le siguió, con apenas unos aplausos de separación, “The Key”, una canción en la que entremezclan esa línea melódica de casi todo el concierto, con incursiones inequívocamente pop, de la década de The Beatles, para retomar la línea melódica. El público se levantó y aplaudió esta nueva entrega de Roxane y Baptiste arropados por tres fantásticos músicos.

                            El baterista y percusionista Antony Gatta

Roxane Arnal consultó su listado, miró el reloj y cayó en la cuenta de que debían ir terminando porque venía otro grupo a continuación. Así que cortaron un par de temas previstos y fuero, directamente, a los dos últimos. El primero de ellos “Be The One You Are”, de su último disco, aquí se existe una mezcla entre el blues y el rock. A ella unió “Doorways, con la que finalizaban su concierto Roxane Arnal & Baptiste Bailly y un auditorio que les ovacionaba sin cesar y puesto en pie. Lógicamente tuvieron que regresar, para regalar una última canción; la que da título a ese disco de 2022 titulada “Elior”. Con ella, Roxane Arnal y Baptiste Bailly daban por finalizado su paso por el XXV Jazz San Javier, con un éxito tal vez impensado para ellos de acogida por parte de los aficionados que se dieron cita multitudinaria, en la penúltima noche de la presente edición.

                                        El quinteto en plena actuación

La segunda parte de esta penúltima jornada, previa a la clausura de esta XXV edición de Jazz San Javier, tuvo otro escenario muy diferente. Una puesta en escena absolutamente demoledora que iba a dejar cristalino la supremacía del sonido que, desde hace 40 años, viene manteniéndose como uno de los preferidos por muchos miles de seguidores de sus protagonistas: The Waterboys.

                                      Mike Scott, líder de esta formación

Esta banda escocesa -que ha tenido músicos de esa parte del Reino Unido, pero también de Irlanda y de Londres, además de haber residido por un tiempo en Estados Unidos- tiene un líder desde su creación: Mike Scott. En torno a él, guitarrista, compositor, teclista y cantante, ha ido girando este grupo que mezcla el folklore con el rock y blues en una fórmula personalizada, aunque en momentos en los que estuvimos pendientes de su concierto en la actual edición de Jazz San Javier, algunas de las canciones que Scott interpretó había una cierta estela al Bob Dylan de los 70 y 80. Digamos que fueron algunos destellos deslizados por ciertas piezas de las 16 que conformaron esta actuación, que tuvo un falso comienzo (no entendí bien si es que deseaba escuchar cómo sonaba todo o hubo un momento de indecisión). El caso es que hubo unos compases de “Strange Boat”, paró todo y volvieron a comenzar hasta el final de la pieza. Y, cómo no, primeros aplausos multitudinarios del auditorio para esta formación, The Waterboys, que tenían el éxito asegurado desde antes de comenzar su concierto.

                 Aongus Ralston se encarga de imprimir contundencia con su bajo

Tras ellos y los aplausos, primeros acordes de la guitarra de Scott para iniciar “Fishermans Blues”, publicada por primera vez en 1988 y dando título al álbum de ese momento, en el que el Hammond de Paul Brown y el piano de James Hallawell tuvieron un protagonismo destacado. Al finalizar, Mike Scott afinó o desafinó su guitarra y cuando ya estuvo miró al público y exclamó, como sorprendido, “Hello”. Y de nuevo a cantar “When Ye Go Away”. Una canción cuyo timbre vocal me recordaba a Neil Diamond, el canadiense de éxitos memorables de los años 70 y 80 del pasado siglo XX, como “Crunchy Granola Suite”, “Sweet Caroline” o “Cherry, Cherry”. En esa línea interpretativa se deslizaba Scott que, una vez más al finalizar esa canción afinaba su acústica una y otra vez. Una vez afinada la acústica, Mike Scott atacó “This Is The Sea New Morning”, otra especie de balada a medio ritmo (ya digo, recuerdo de Dylan) que fue bien acogida por sus incondicionales ya que todo el concierto estuvo sostenido por viejos y algunos más jóvenes éxitos de Waterboys.

                                    El batería Eamon Ferris

Hay que recordar que The Waterboys estuvieron en activo durante los diez primeros años, hasta 1993. En ese momento, el grupo se deshace y Mike Scott continúa con su carrera en solitario hasta el año 2000, en el que vuelve a reunir a la formación para ir alternando los sonidos de la primera de rock, con la etapa más folk. Si uno no pierde muchos detalles durante sus conciertos, se puede apreciar que toda gira en torno a Mike Scott; la luz del cañón es para él (salvo muy contadas excepciones). Los músicos tienen que estar muy atentos a sus evoluciones y cuando, por ejemplo y es uno de los pocos, dio protagonismo vocal al bajista Ralston, éste se adelantaba a su par, pero nada más acabar se volvía a su parte trasera junto al baterista. En fin, que todo se movía en torno a Mike Scott. Ya lo ha indicado en diferentes ocasiones en las entrevistas concedidas: “Waterboys y yo es lo mismo”. Damos fe de ello.

                                  El pianista Jame Hallawell

El líder de The Waterboys no es muy dado a mantener una mínima conversación con el público y ese detalle puede parecer, al menos a nosotros que damos esos detalles, una seria falta de empatía, con quienes te pagan y gustan de tu música. Pero a los presentes en esta noche previa a la clausura del Jazz San Javier parecía no preocuparles demasiado; tal vez, al ser incondicionales del grupo y su líder, ya lo conocen y perdonan la casi inexistencia de diálogo por la música. Así que nueva rociada de piezas muy conocidas de esas diferentes fases de The Waterboys con “This Is The Sea New Morning”, tras la que cambió de guitarra y presentó a la banda; alguien le recordó que le faltaba presentar a Paul Brown, indicó que “sí, cierto” y lo hizo. Continuaron con “Because The Night” y “The Pan Within” unidas, “Wher The Action Is”, un torrente rockero que trasladó al auditorio miles de watios rítmicos, para culminar con “Glastonbury Song”. Eso sí, cambios de guitarras de por medio y un “machaca” asiático que se dejó ver durante todo el concierto junto al baterista al que, por cierto, le recolocó algunos micrófonos de los toms y caja en dos ocasiones.

                     Un momento culminante del teclista y organista Paul Brown

El auditorio y sus visitantes hervían por los cuatro costados (a pesar de que se asemeja a un teatro romano). La fase más rockera de The Waterboys estaba haciendo verdaderos estragos de locura colectiva entre el público, así es que dieron un poco de respiro con otro de sus éxitos: “How Long”. Scott dio las gracias al finalizar, otro cambio de guitarra eléctrica y atacó “Ladbroke Grove” para que el respetable volviera a las andadas rítmicas. Decididamente había que estar preparado físicamente para este torbellino y, al menos, los del foso del auditorio eran toda una demostración de esa forma física.
Una locura colectiva era el auditorio Parque Almansa, proporcionada por la música que desde el escenario repartía The Waterboys. Mike Scott, sin mediar palabra, se dirigió a un teclado que tenía preparado y comenzó a tocar los primeros acordes de “A Girl Called Johnny”, uno de los primeros éxitos del grupo nada más conformarse en 1983. Bueno, aquello fue el paraíso para sus incondicionales que como Mike ya contaban con sus añitos. De vuelta a la guitarra -y tras varias pruebas cortas para lograr el sonido deseado- Mike Scott y sus músicos iniciaron “Easy Rider”, en plan tranquilo, para inmediatamente atacar rítmicamente con “Medicine Bow”, continuar con “My Wanderings in the Weary Land”; una pieza entre cantada y recitada con un final apoteósico a cargo de Paul Brown y su teclado colgante a modo de guitarra (como se puede apreciar en la foto de Goio Villanueva), cuya letra comienza indicando “Como un pionero que no puede encontrar la frontera. Como un soldado que no puede encontrar el frente vagué por la tierra cansada hasta que de la noche llegó un sonido y en un lugar, entre la oscuridad y el amanecer, encontré un edificio en ruinas lleno de una
extraña congregación”. Pensamientos, los que señalan esta letra, de un alma atormentada a la búsqueda del sosiego. Este es Mike Scott y The Waterboys.

                                     Los actuales The Waterboys

El final del concierto llegaría con un tema tranquilo, tal vez como queriéndonos indicar que ese sosiego tan esperado había llegado. La canción se titulaba “In My Time On Earth”, con la que The Waterboys finalizaban su participación en el XXV Jazz San Javier, tras haberlo hecho en la XXII edición de 2019. Dando las gracias y las buenas noches, Mike Scott y sus músicos abandonaban el escenario del auditorio. El público demandaba insistentemente más, por lo que Scott apareció de nuevo y se encaminó a sus teclados dando las gracias a todos y anunciando “Trumpets”. Mientras acaba este primer bis, el resto del grupo fue apareciendo para abordar todos el segundo y definitivo tema que despedía a The Waterboys del XXV Jazz San Javier: “The Whole Of The Moon”. La despedida fue en español con un “buenas noches”.
En suma, una noche desigual en sonidos y estilos con una primera parte en la que la delicadeza y sutil música que nos proporcionaron el dúo Roxane Arnal y Baptiste Bailly nos supo como estar en un espacio sosegado y maravilloso; como encantado por las hadas. Una actuación que pese a la enorme diferencia con lo que nos llegaría después gustó, y mucho, a un público que había llenado el recinto del auditorio Parque Almansa. Pasada esa tranquilidad y sosiego, el torrente rítmico que anunciaba The Waterboys en su segunda visita a Jazz San Javier se desparramó por todo el recinto y el personal, que vinieron específicamente a verlos, se desató rompiendo los perpuntes de su contención y desatando su personalidad de seguidores sin equívocos. Acabaron
rendidos a Waterboys, mientras sus cuerpos eran la muestra del desbordamiento físico que habían sufrido durante casi dos horas. Y mañana, la clausura con otra actuación en la que habrá ritmo y mucho, para bailar y disfrutar, con el blues y soul que nos traerán The Anthony Paule Soul Orchestra. No pierdan el hilo, que se lo contamos.

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