Descripción

Descripción

Entrada destacada

 

miércoles, 10 de julio de 2024

GREGORY PORTER PERSUADIÓ EN JAZZ SAN JAVIER.

 

El cantante norteamericano desplegó un abanico de sus éxitos, para embobar a un auditorio en el que se agotó el papel.

Andrés Garrido / Goio Villanueva

 

Los aficionados habituales de Jazz San Javier saben cuáles serán las noches en las que no hay que faltar. En cada nueva edición, se mira concienzudamente el programa confeccionado para dilucidar, si es que vas a tener que perderte alguna por imperativo mayor, cuál es la que tienes que hacer el esfuerzo. Pero no así, con la que de ninguna manera puedes faltar; ya harás lo imposible por solucionarlo. Pues esto mismo es lo que ha sucedido en esta XXVI edición; que no se podía uno ausentar en la noche del sábado, 6 de julio, porque si lo hacías te ibas a perder el concierto de este año que, además, era la novedad más destacada. Estamos hablando del cantante y compositor californiano Gregory Porter.

Dos días antes de su actuación, el papel de taquilla se había agotado. Este cantante se ha convertido en poco más de 25 años (aunque sus inicios datan de 1998, no fue realmente hasta 2004 -fecha en la que se traslada a Nueva York- cuando comenzó a destacar), en una de las voces más queridas y demandas del jazz y soul. Su estilo anda entre esos campos, en los que también deja ribetes claros de góspel, además de la extensa discografía de su madre sobre Nat King Cole. Posee tesitura de barítono que para su estilo es muy adecuada, al darle un timbre cálido no exento de las notas altas cuando la canción lo requiere. Y el resultado es toda una experiencia auditiva, que muy pocos logran para persuadir al público, como hizo en la quinta jornada de la presente edición.

 

Gregory Porter durante su concierto en Jazz San Javier.

 

La actuación de Porter se inició con uno de los diversos éxitos que ha logrado a nivel internacional, titulado “Holdin on” (publicado en 2016), que animó de inmediato a todos los presentes. Los primeros aplausos a los que respondió en español con “Gracias. Gracias, muchas gracias”. Tras ello presentó a su banda (creo no descubrir nada nuevo, si les indico que sus músicos tocan a un nivel envidiable, como casi la mayoría de los que nos visitan en este festival) conformada por el pianista y director musical, Chip Crawford. Emanuel Harrold, batería. Jahmal Nichols, bajo. Tivon Pennicott, saxo y Ondrej Pivec, órgano Hammond B3.

Con esta banda que sonaba de ensueño, Gregory Porter atacó otra de sus piezas que conforman su discografía titulada “On my way to Harlerm”, de su álbum “Be Good” editado en 2012. Un ritmo más pronunciado para ir subiendo la temperatura del concierto, que Porter controla en todo momento. Se hace una serie de temas previos, que va desarrollando según detecta la respuesta del auditorio. Y les aseguro que la que percibió en Jazz San Javier fue inequívocamente unánime y de muy alta gradación. Por otra parte, en los conciertos desarrolla piezas más extensas de duración para que sus músicos se puedan lucir ampliamente, como ocurrió con el saxofonista Tivon Pennicott y el organista Ondrej Pivec en este “On my way to Harlerm”.

 

El organista Ondrej Pivec protagonizó un excelente solo en “On my way to Harlerm”.

 

El auditorio hervía ya por entonces; se apreciaba el creciente entusiasmo y entrega de casi dos mil almas (posee una capacidad real para 1.800 personas) con el cantante nacido en Bakersfield, California. En las distancias cortas, Gregory Porter es una persona afable, muy cordial, tranquilo que habla pausadamente contigo y accede a la mayoría de las peticiones que se le hizo tras este concierto. Tal vez su beca para jugar al fútbol americano (frustrada por una lesión que le dejó imposibilitado para la práctica deportiva), le proporcionó o desarrolló su instinto o bis social. Porque capta casi de inmediato el estado de ánimo de quien va a ver sus conciertos o habla directamente con él.

Como el ambiente era inmejorable y subía enteros por momentos, Porter y su banda atacaron “If Love is overrated”, una media balada muy habitual en los conciertos de Porter en la que, de nuevo, hubo espacios para sus músicos como fue el solo del saxofonista Tivon Pennicott que intervino en varios temas, a lo largo del concierto. El resultado fue un momento de remanso espiritual, que desparramó por todo aquel que, sin pestañear, escuchaba atentamente. ¡Qué delicia!

 

Tivon Pennicott y su saxo fueron protagonistas en diversos temas.

 

Nos cuenta la biografía de Gregory Porter que durante 2010 y 2012 lanzó sus dos primeros discos que optaron a los premios Grammy. Por entonces, su popularidad creció rápidamente desde Nueva York. Pero sería en 2013 (fecha en la que ficha por el sello discográfico Blue Note) cuando se publica su tercer disco, “Liquid Spirit”, tras el que su popularidad alcanza cotas globales; vende más de un millón de copias de ese disco y logra su primer Grammy y ser denominado el próximo mejor cantante de jazz de Norteamérica. El trabajo y esfuerzo, amén de una capacidad excelente para crear temas que enganchan, tienen su recompensa. “Liquid spirit” fue, precisamente, su siguiente canción que se iniciaba con un tenue acompañamiento del piano, casi un canto espiritual, como consolidó a continuación con sus palmas rítmicas e impregnando la pieza de un ritmo adecuado a los espirituales que enloquecen durante los oficios y ponen a sus asistentes a danzar. La parte sobresaliente fue, en esta ocasión, para el magnífico baterista Emanuel Harrold, con nueva intervención en scat de Gregory Porter que terminó por enloquecer a los muchos aficionados que ya se daban cita en el foso del auditorio del Parque Almansa.

 

Emanuel Harrold, durante su evolución en “Liquid Spirit”.

 

Los aplausos, vítores, buenos silbidos y alabanzas en general para Gregory Porter no cesaban a cada final, al que el californiano siempre respondía dando las gracias. De nuevo otra balada, “Take me to the alley”, muy en el estilo de la anterior “If Love is overrated” (recuerden que ya les indiqué que se mueve perfectamente en esas canciones), porque el momento lo requería y porque esta canción tiene partes que de pronto te elevan de nuevo para volver al sosiego que proporciona esa melodía tranquila y magnética. Es todo un maestro de estos tempos y lo demostró sobradamente en Jazz San Javier. Una recreación de trece minutos, que en el disco dedica poco más de cinco minutos. Nuevamente el saxofonista “Tivon Pennicott” y, a dúo de un compás tú, otro yo, el piano del director musical del grupo Chip Crawford y Ondrej Pivec. Por cierto, soy de los convencidos de que el Hammond B3 por mucho que la marca intente crear nuevos órganos que asemejen o superen a éste, el clímax que se crea con el Leslie del B3 no lo ha superado ningún otro de la marca.

 

El director musical y pianista Chip Crawford, con quien más tarde interpretaría Gregory Porter “Moon River”.

 

Las evoluciones que producían en el escenario iban moldeando, como ya indiqué, el clímax del público dando en cada momento aquello que más era conveniente, para no perder ese hilo conductor del estado anímico en relación con la música y el concierto en sí. “In Fashion” fue una muestra más de la atenta mirada de Porter hacia sus seguidores en Jazz San Javier. Introducción potente de acordes de piano acompañados por sección rítmica, Hammond B3 y el scat de Gregory antes de abordar la letra de esta pieza que, sin duda, no devolvía a la actividad para no caer en una relajación que distrajera la dinámica obtenida hasta ese momento (casi los 50 minutos de actuación).

En ese momento, Gregory Porter introdujo un popurrí de viejos temas de los 60 y principios de los 70 del pasado siglo XX, que marcaron diferentes etapas de grandes éxitos en los terrenos de la música soul y del rock. Le medley (en vocablo inglés) de inició con esta pieza de The Temptations, “My Girl”, en la que hubo una introducción del contrabajista (que tuvo el mayor protagonismo en todo el desarrollo del popurrí) para continuar con “Master Blaster (Jammin')”, de Stevie Wonder (otra de las grandes influencias de Porter), “Smoke on the wáter”, a cargo del contrabajista, a la que siguió (ya con todo el grupo) “Papa Was A Rollin‘ Stone” (también sonó el día anterior con Steffen Morrison) aunque ésta de Porter con un poco más de ritmo a la original. Y sin descanso, el grupo y la voz del californiano nos adentraron en “Musical Genocide” (con un trozo de “Spain” para homenajear al recordado Chick Corea y a nuestro país, que tanto amaba), al objeto de mantener la atención y la dirección rítmica del concierto en el momento culmen de este (ya habíamos traspasado la hora de actuación). Ya les comenté que los conciertos me gustan más que los discos de estudio por una razón: Los temas que se escogen para los directos no es que se estiren, sino que dan unas posibilidades de que los músicos se explayen que no te lo da el Estudio; naturalmente, salvo que desees hacer un disco con tres piezas de 15 a 20 minutos cada una de ellas. 

 

El magnífico contrabajista Jahmal Nichols, que supo mantener un popurrí con tan solo el instrumento.

 

Nuevamente llegaba un momento para sosegar un poco los ánimos. Aprovecharé la ocasión -a propósito del tema que iba a interpretar Porter-, para reivindicar la figura y obra del desaparecido Henry Mancini. Fue enormemente conocido y reconocido por sus creaciones para el cine, pero, tal vez, menos en los terrenos del jazz a nivel internacional. Estaría bien que Jazz San Javier procurara, en futuras ediciones y cuanto antes, programar una jornada a repasar sus creaciones para el jazz (muchas de ellas incluidas en Bandas Sonoras Originales), como fue el caso de la pieza que Gregory Porter y su pianista, Chip Crawford, regalaron al auditorio: “Moon River”, de la película “Desayuno con Diamantes” protagonizada por Audrey Hepburn y George Peppard. Probablemente resultó el momento más íntimo de un concierto que embrujó a todo un auditorio.

 

“Moon River”, con Crawford y Porter en escenario.

 

Y vuelta a levantar el ambiente, con una versión muy personal de “Work song” (“La canción del trabajo”). Una composición del no menos recordado Nat Adderley y Oscar Brown, Jr., en la que volvieron a tener protagonismo la batería y el saxo de Emanuel Harrold y Tivon Pennicott respectivamente.

Tras la tempestad, el regreso de la calma con una bella pieza titulada “Hey Laura”, que cuenta la historia de un enamorado celoso de no ser el hombre de Laura quien, al parecer, ha tenido una aventura con otro chico al que, finalmente, parece que ha dejado. El enamorado llama muy tarde, por la noche, a la puerta de Laura para buscar certezas sobre su amor.

Y el concierto finalizaría transcurrida una hora y casi 30 minutos, insistiendo en la media balada de “No Love dying”, en la que se habla de que el amor entró un día por la ventana, como un pájaro. Se dañó un ala y la curó, para que después volviera a volar. Pero el amor no morirá en esa casa, porque su dueño no lo dejará morir. Hubo un bis dedicado a Nat King Cole con “Quizás, quizás, quizás”.

Son mensajes que hablan de una persona que ha vivido bastante, durante sus 52 años y que se mantiene en paz consigo mismo. Es Gregory Porter, un californiano que creció con los discos que su madre atesoraba de Nat King Cole y los sonidos sureños de aquel golpel que se practica en Bakersfield. Una lesión lo dejó fuera del fútbol americano y entonces, se centró en la otra parte de su vida que le apasionaba: La música. Se marchó a Nueva York y trabajó, al tiempo, en un restaurante y cantando por todos los garitos que lo contrataron. En 2010 publicó su primer gran disco, al que siguió un posterior en 2012 con posibilidades de haber logrado, entonces, un Grammy. No fue hasta que publicó su tercer disco, “Liquid Spirit” en 2013 con el sello Blue Note, cuando el Grammy llegó a su poder. Hoy es una de las voces del jazz más demanda por la crítica y los aficionados, como se demostró el pasado sábado, 6 de julio, llenando el auditorio del XXVI Jazz San Javier. Ha sido el concierto de esta edición y la gran novedad porque nunca había estado en esta cita. ¡Qué suerte de haberlo visto en directo!

La próxima cita es este jueves 11, con el regreso de dos leyendas vivas del género. El primero, ha logrado varios Grammy por sus trabajos para el cine, televisión y obras para el jazz: Dave Grusin, que ha cumplido hace muy pocas fechas los 90 años. La segunda leyenda viva es el guitarrista Lee Ritenour. Ambos regresan juntos, como en otras ocasiones, con su gira mundial “Brasil”, a la que han invitado al pianista carioca Ivan Lins (que regresa después de unos cuantos años) y la voz de su compatriota Tatiana Parra. Por favor, no pierdan el hilo. 

 

La formación de Gregory Porter al completo.

 

 

No hay comentarios: