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miércoles, 3 de julio de 2024

JAZZ SAN JAVIER OFRECE LA PRIMERA NOCHE DE CONTRASTES, CON LA FUSIÓN DE ANNA LUNA Y LA CUBA DE ROBERTO FONSECA

 

Ambos presentaban sus más recientes proyectos musicales. Uno de fusión entre Argentina y el Mediterráneo. El de Fonseca nos iba a proporcionar una gran diversión.

 

Andrés Garrido / Goio Villanueva

 

 Las noches que Jazz San Javier programa con dos conciertos, siempre lo hace contrastando estilos. La del pasado sábado, 29 de junio, también lo fue, aunque en ambos había un punto de unión: La música del otro lado del Atlántico, con Argentina y Cuba como puntos de conexión con España.

La cantante catalana Anna Luna regresaba a Jazz San Javier, tras su paso por la 22 edición en 2019, para presentarnos su nuevo disco titulado “Argentina besa el Mediterráneo”. Luna y sus compañeros de viaje han sabido combinar la zamba, el tango o la canción de autor de la Argentina, con los aires mediterráneos tintados de flamenco que artistas como Anna Luna practican definiendo, así, su personal estilo. Su concierto de la primera parte de esta segunda jornada fue elegante, emotivo en algunas interpretaciones con una puesta en escena más que correcta como la cantante y profesora de la ESEM barcelonesa nos tiene acostumbrados.

La segunda parte nos dejaba al otro lado del océano en aguas de Cuba. Desde allí llegaba el pianista y compositor Roberto Fonseca, que desplegó un torbellino de las raíces musicales de las islas caribeñas, de su época dorada del bolero o el mambo, sin olvidarse de la parte santera que casi todos los cubanos llevan a gala. Fonseca -que es, además, director artístico del festival de jazz de La Habana- confesó que estaba deseando pisar el escenario del auditorio Parque Almansa y en esta noche de sábado, su deseo se cumplía de manera absoluta. Les contamos.

 

Anna Luna en el comienzo de su concierto.

 

La Argentina siempre ha sido fuente de inspiración para los músicos, bien sean del país o de otras latitudes del globo terráqueo. Y en el caso de Anna Luna esta afirmación no es una excepción. Luna -cuyo estilo ha sido forjado a base de fusionar músicas muy diversas (no olvidemos sus antecedentes brasileños, andaluces y una pizca de murcianos también)- ha sabido seleccionar una serie de piezas bien conocidas por la mayoría de los aficionados a la música y darles una vuelta más, para que las canciones queden absolutamente adaptadas (y de qué manera tan magistral) a ese su estilo. El concierto se iniciaba con una canción del argentino Chico Novarro titulada “Si Tú Te Vas Ahora”, con la que Anna Luna dejaba cristalina su intención musical para la noche.

 

El pianista Jaume Villaseca es uno de los pilares del estilo de Luna.

 

Los primeros aplausos se dejaron oír al término de la pieza, que Anna agradeció. Tras dar las buenas noches, la cantante explicó que tras su anterior paso por San Javier ahora regresaba con este nuevo disco que está conformado por canciones de la Argentina. “Todas son argentinas, pero todas tienen su puntito”, destacó, añadiendo que fue muy difícil escoger ya que todas poseen mucha poesía y fuerza. “Queríamos que ambas culturas, la de Argentina y el Mediterráneo, se volvieran a abrazar”, subrayó mostrándose esperanzada en que a los presentes nos gustara y disfrutásemos con esta propuesta. Una propuesta que continuó con una de las canciones que más se han versionado del repertorio argentino, compuesta por Dino Ramos (un autor que falleció joven con 55 años), versionada por muchas voces de distintos estilos. Anna Luna la ha adaptado a sus fusiones; de hecho, el comienzo son unos compases de ese aire flamenco hasta que llega a la letra que reza “espera, aún la nave del olvido no ha partido…” Si conocen el estilo de Anna Luna imagínense cómo resulta esta pieza de bien.

 

El violín de Ernesto Briceño es pieza clave en este proyecto.


El público de Jazz San Javier se mimetiza, siempre, con cada artista y tras esta canción de Dino Ramos lo demostró una vez más aplaudiendo y dando muestras de su respeto, para con Anna Luna y su grupo de músicos. A renglón seguido de dar las gracias, Luna adelantaba que había llegado el momento para Astor Piazzolla, uno de los más importantes músicos del folklore argentino. Explicó que para la siguiente canción, Piazzolla y Horacio Ferrer hacían giras por los bares de Buenos Aires y observaban a un niño que hacía lo propio vendiendo rosas. Pensando en la dura vida del niño mendigo, le dedicaron un pequeño vals titulado “Chiquilín de Bachín”. El violín -que sustituye al bandoneón- iniciaba esta denuncia social que hicieron Piazzolla y Ferrer, a la que Anna Luna ha traído hasta sus aires mediterráneos. Ciertamente, nos dejó una original versión de este “Chiquilín de Bachín” (uno de los restaurantes existentes en la zona de los teatros), en la que la letra desgarra la denuncia social de la indiferencia y falta de comprensión hacia las personas más vulnerables: “¡Chiquilín, / dame un ramo de voz,/así salgo a vender/ mis vergüenzas en flor./ Baleáme con tres rosas/ que duelan a cuenta/ del hambre que no te entendí,/ Chiquilín”.

 

El bajista Javier Martín acompaña a Anna Luna en este proyecto.

 

Hubo aplausos, pero el personal quedó “tocado” con este relato de Horacio Ferrer con la música de Astor Piazzolla. Así que, sin mediar palabra, el grupo de Luna atacó “Oración del Remanso”; uno de los considerados himnos del cancionero popular de la Argentina que allá por 1998 creara el cantautor Jorge Fandermole. La verdad es que cualquiera de las letras de las canciones que conforman este “Argentina besa al Mediterráneo” son denuncias de diferentes realidades que se viven en el país del Cono Sur. En ésta, se describe el perjuicio que tuvo el avance de las infraestructuras sobre las gentes que vivían de la actividad pesquera del Paraná, advocando a un Cristo que los proteja. “Cristo de las redes/ No nos abandones/ Y en los espineles/ Déjanos tus dones/ No pienses que nos perdiste/ Es que la pobreza nos pone tristes/ La sangre tensa/ Y uno no piensa más que en morir/ Agua del río viejo/ Llévate pronto este canto lejos/ Que está aclarando/ Y vamos pescando para vivir”. 

 

 Exequiel Coria es un magnífico guitarrista argentino que, a última hora, sustituyó a Luis Rubisco.

 

Hay sensaciones que son inconfesables, pero otras no lo son y así, Anna Luna nos confesaba que el gran guitarrista, compositor y cantante Luis Salinas (ha visitado en diversas ocasiones Jazz San Javier) la tiene arrebatada. Tan es así, que Luna rebuscó entre su amplio repertorio (el de Salinas) hasta que se decidió por una partitura, “Mujer, Niña, Amiga”, compuesta por Robustiano Figueroa Reyes e incorporada al repertorio de Salinas, que siempre que la canta le recuerda a su hija de 23 años ya.

 

Junto al guitarrista argentino más flamenco, Anna Luna dejó su impronta en la popular “Canción de las Simples Cosas”.

 

Sin lugar a duda, Mercedes Sosa es una de las voces que más impactó en el mercado español allá por la década de los 70 y 80 del pasado siglo XX. Una de las canciones que más se ha escuchado de su repertorio fue la compuesta por Armando Tejada Gómez y César Isella, “Canción de las Simples Cosas”, que popularizó Sosa a lo largo de su trayectoria. Anna Luna, junto al guitarrista argentino “más flamenco” que hay en España, Exequiel Coria, interpretó una versión que hizo suya a tenor de la respuesta del público que asistía a su concierto. Aplausos y vítores para la cantante catalana, que es muy querida en este Jazz San Javier.

Tras ello, nos fue presentando a su banda; un grupo de buenos amigos con los que comparte muchos momentos de la vida además de viajar y hacer música. El venezolano Ernesto Briceño, al violín. David Domínguez, de Barcelona, en la percusión. Desde Villafranca del Panadés​​, en Barcelona, Javier Martín al bajo eléctrico. El italiano Roberto Faenzi, a la batería y el barcelonés Jaume Vilaseca, en el piano. Como ya había adelantado la propia Anna Luna, también iba a incluirse algún tango como fue el caso del inmortal “Caminito”, que popularizara Carlos Gardel, introduciendo partes aflamencadas como no podía ser de otra manera para dibujar su campo musical.

El público aplaudió esta versión agradecido, además, porque desde las gradas se había solicitado un tango y Anna Luna asintió señalando que más adelante. Pues bien, no uno sino dos tangos juntos. El segundo era compuesto por Humberto Vicente Castagna -más conocido como Cacho Castaña- para Goyeneche apodado “El Polaco”, que poseía una voz profunda y rasgada muy apropiada para este género porteño que siempre decía que “sin emoción, nada podía existir”. Para esa voz compuso Castaña “Garganta con Arena”.

 

El italiano Roberto Faenzi

 

El concierto estaba cercano a su final, pero todavía quedaban algunas canciones por completar esta selección que ha conformado “Argentina besa el Mediterráneo”, en el que Anna Luna y sus compañeros de viaje han puesto todo sus amplios conocimientos musicales. Otra muestra fue “Candombe de Dos Orillas”; una canción popularizada por Chico Novarro que canta al amor indisoluble que hay entre los argentinos del Río de la Plata y los uruguayos de la otra orilla. En su letra -cuya autora es la también cantante Eladia Blázquez- se expresa ese sentir: “En el alma de la gente de Argentina y Uruguay/ No nos separa el río, no nos separará.../ Dos orillas en el Plata, pero un solo corazón”. Una pieza muy rítmica, en la que Luna dejó un extenso diálogo entre la batería y la percusión antes de finalizar la canción.

El público, puesto en pie, aplaudía este último tema del concierto ofrecido por la barcelonesa Anna Luna y su banda, en una exposición de su más reciente trabajo: “Argentina besa el Mediterráneo”. Pero, recuerden, estábamos en el auditorio del Parque Almansa, en San Javier, y ese público siempre demanda un poco más de los artistas que se acercan cada año a su escenario. Anna Luna no se hizo de rogar. Con el acompañamiento del piano de Jaume Vilaseca, Luna nos regaló la “Zamba del Ángel”, que supuso el segundo momento íntimo de su actuación. Y ya con todo el grupo en escena, el broche final a esta su segunda visita a Jazz San Javier: “Algo Contigo”.

Aplausos y vítores finales, que despedían inequívocamente satisfechos a esta muy querida Anna Luna en el Jazz San Javier. 

 

La Banda del pianista cubano Roberto Fonseca.

 

La segunda parte de esta segunda jornada del XXVI Jazz San Javier iba a cambiar el espacio rítmico por completo, pero sin alejarnos del otro lado del Atlántico y, sobre todo, del Caribe. Cuba siempre es un imán para los aficionados de Jazz San Javier y el artista que nos llegaba para esta edición, lo hacía con un historial muy expectante. Nos referimos al pianista, compositor y cantante Roberto Fonseca, Con su septeto, Fonseca dio un recital cubano de ritmos de la isla que dejó al público tiritando y con ganas de haberse pasado hasta el amanecer escuchando y, cómo no, bailando. La banda estaba conformada por Felipe Cabrera, en el contrabajo. Ruly Herrera, a la batería. El Maestro de la Percusión cubana, Andrés Coayo. Ariel Vigo, saxo barítono. Jimmy Jenks, saxo tenor, y el trompetista chileno Sergio Alex Contreras Acosta. Un combo que hizo trizas (en sentido figurado y muy positivo) el auditorio del Parque Almansa, con su ritmo sabrosón, pegajoso e inequívocamente cubano. Ya la entrada, musical y física, fue todo un espectáculo al ritmo de “Yanin”. Como pueden comprobar, todos ataviados con su camisa blanca y corbata oscura salvo el director del grupo, Roberto Fonseca, que se presentaba marcando con sus pies mientras andaba el compás de la pieza. Fue la locura general, de un público que debido a las normas no escritas del festival se contuvo en sus asientos de saltar al foso, hasta que el concierto estuviera más avanzado.

 

Ruly Herrera no dejó de sonreír durante las dos horas de concierto.

 

¡Qué bien sonaba ese septeto y cómo nos recordaba aquellas formaciones de los años 50 y 60, del pasado siglo XX, en Cuba! “Llévame contigo a bailar, morena. Contigo me quiero casar” rezaba el estribillo de esa pieza que no te dejaba estar quieto. Al finalizar, el público ya mostraba sus primeros hervores, al que Roberto Fonseca respondió dando las gracias, las buenas noches y manifestando que “finalmente estoy aquí, cumpliendo un sueño, porque todo el mundo me había hablado de este festival y yo me moría de ganas por tocar aquí”. Bueno, los asistentes se lo comían, en la distancia obviamente, a besos (las mujeres) y abrazos (los hombres) del auditorio. Fonseca explicó que “las cosas pasan por algo y el estar hoy en San Javier es para presentarles el proyecto más personal que he realizado hasta hoy. Bienvenidos a La gran diversión”. Y siguió solicitando un aplauso para los músicos que le acompañaban y pidiendo “un poquitico de ayuda””, dijo, al público para que corearan “maní, maní. Maní mambo”. Pequeño ensayo de coros y la banda arrancó este “Maní mambo”, que te metía el ritmo en el cuerpo de manera irremediable (y quien deseaba lo contrario). No aguantaron más. En sus butacas, puestos en pie, el público bailaba como podía y disfrutaba con el grupo de Roberto Fonseca.

 

El contrabajista Felipe Cabrera que sostenía la sección rítmica del grupo.

 

Tras esta segunda inyección rítmica, Fonseca presentó “No me llores más”; un homenaje a los músicos tradicionales de la música cubana ya que, destacó el pianista, “fue el primer tema que grabé, dijo, con la mítica orquesta del Buena Vista Social Club”. Esa música -insistiré bastante en ello- sonaba muy tradicional, como si la misma banda del Buena Vista estuviera esa noche sobre el escenario de Jazz San Javier interpretándonos esta y otras canciones de Cuba. Hacia la mitad de la pieza, Roberto Fonseca introdujo “Bésame mucho”, que de inmediato el público cantó. Era la prueba inequívoca de una conexión absoluta entre éste y los músicos. 

 

El saxofonista barítono Ariel Vigo evolucionando en el concierto.

 

Tras esta pieza homenaje a los músicos tradicionales cubanos, Roberto Fonseca explicó que en su vida tuvo dos momentos en los que estuvo a punto de dejar el piano; desconocía si se presentaría una tercera ocasión. La primera vez fue siendo pequeño y estando en su casa, su madre lo llamó para que escuchara un disco de un pianista canadiense llamado Oscar Peterson. Después de aquello, Roberto le dijo a su madre que no podía seguir tocando el piano, a lo que la madre le quitó preocupaciones y le animó a continuar estudiando porque, tal vez, algún día llegaría a estar cerca del nivel de Peterson. Y Roberto, explicaba, siguió estudiando. Más adelante, su profesora de piano hizo lo propio, pero en esta ocasión con un pianista, también canadiense, de música clásica llamado Glenn Gould (quien, por cierto, odiaba los fracs con los que se acude al escenario en un concierto). Fonseca relata que ocurrió lo mismo que con Peterson y le dijo a su profesora: “¿Sabes qué? Después de esto yo no puedo tocar más el piano. Cambio de instrumento o me dejo la música”. Ella le contestó como su madre: Que estuviera tranquilo, que continuase estudiando y que algún día podría llegar cerca. Roberto relató que aún lo intenta. Y creó la pieza dedicada a los músicos de jazz y de clásica. En principio la tituló “Óscar Peterson”, pero después la cambió a “Oscar, please, stop” (“Óscar, por favor, para”). Le acompañó en esta composición el percusionista Andrés Coayo, para quien solicitó un fuerte aplauso, con unos bongós. 

 

Un momento de “Oscar, please stop”.

 

Tras esta exposición de la maestría musical de Fonseca y Coayo, el público mostró su admiración profunda por tanto magisterio. Y mientras sonaban esos aplausos, el escenario quedó a oscuras y la megafonía dejó sonar unos pasajes de conversaciones callejeras cubanas. Esas conversaciones se fusionaron con el toque percutivo de Andrés Coayo sobre una mesa, alrededor de la cual se agrupaba toda la banda y Fonseca ejercía de oficiante en este canto yoruba (dentro de la santería cubana) titulado “Osini”. Tal vez fue el momento más puramente cubano de todo el concierto, por lo de significado que tuvo la creación de Cuba a la llegada de esclavos llegados desde Nigeria en tiempos coloniales españoles. Inequívocamente cubano.

 

    El grupo de Roberto Fonseca entorno a la mesa, interpretando el santero Osini.

 

Bueno, aquello fue como un definitivo detonante para un público ávido de recibir el ambiente caribeño que se vive en Cuba. Para distender un poco la seriedad del canto santero, Roberto Fonseca tiró de humor para explicar que este grupo es muy creativo. Comenzando por el saxofonista Jimmy Jenks, quien ensayando la siguiente canción que nos iban a ofrecer, explicó Fonseca que paralizó los aplausos del público ya que no procedían, a Jimmy un sonido de un teclado eléctrico le sonó a furgoneta. Y claro, cuando el pianista decía "vamos a ensayar “Baila mulata”, nadie conocía la pieza. Pero tú decías, detallaba Fonseca, la furgoneta y todos conocían la partitura". Bueno, continuó, siguieron ensayando. El otro creativo es el percusionista Coayo. Querían hacer unos cambios; había una parte que tenía una letra en inglés que rezaba “I was blind but I can't see”. “Estábamos cantando y siento que, de pronto, Andrés Coayo canta “maracan see”. Coayo ¿qué cantas? Pues eso, “maracan see”. No, le contesté, es “But I can’t see”. Bueno es parecido, ¿no? No importa”. Finalmente, Fonseca explicó que iban a interpretar “Baila mulata. Áca la furgoneta de maracan see”. Obviamente, las risas se escucharon por tan graciosa explicación de cómo transcurre la vida de esta formación que protagoniza “La Gran Diversión”, que lidera Roberto Fonseca. Una pieza en la línea del “Oye cómo va” de Tito Puente, que divirtió al respetable.

 

La impronta de Jimmy Jenks a lo Morgan Freeman.

 

El trompetista Sergio Contreras en su sólo de “Baila mulata”.

 

Tras ello, Roberto Fonseca continuó, en cierta manera, desnudándose en explicaciones de su trayectoria del estudio de la música. Recordó que cuando era adolescente, tenía que pasarse muchas horas en la escuela de música y envidiaba a sus amigos que no estudiaban música y acababan al mediodía. Y le picó el gusanillo de poder jugar con ellos al fútbol o ir a la playa. Además, concretó, los fines de semana también se las pasaba estudiando en su casa y cayó en esos momentos difíciles que todos hemos atravesado cuando hemos sido adolescentes. Su relato se completa cuando su madre, Mercedes, fue a ver a la profesora para solicitarle una segunda oportunidad para su hijo a lo que la profesora contestó que estaba perdiendo el tiempo. Su hijo nunca sería músico, ni pianista. Aquello, concretó Roberto Fonseca, molestó a su madre y a él porque había sido el causante. Así que compuso “Mercedes”, dedicado a todas aquellas personas que dan una segunda oportunidad en la vida.

 

El sentimiento musical de Roberto Fonseca durante “Mercedes”.

 

A su término, se produjo uno de los mayores aplausos que el público de Jazz San Javier ha dispensado a un músico: Casi tres minutos puestos en pie, que Fonseca recibió con absoluto respeto. Momento emocionante, donde los haya. Bueno, la diversión tocaba a su fin. Tras agradecer esta larga ovación, Roberto preguntó al público cómo se sentían y éste le contestó que bien. “Magnífico, replicó, porque hemos llegado al final del concierto”. El no del auditorio fue unánime y el pianista contestó que sí. Para ello, les envió un mensajito muy claro: “Cuando tú bailas, pa mí”, con invitación a que aquellos que quisieran hacerlo tenían un amplio espacio en el foso del auditorio. Así que un nuevo mambo comenzó a sonar y los pies y cuerpos de todo el auditorio terminaron por soltarse, si es que todavía había alguno atado. Un final explosivo, para un septeto increíblemente espectacular para este proyecto personal del pianista cubano Roberto Fonseca. El auditorio no cesaba en sus aplausos y vítores. Se escuchaban “¡Bravos!” desde cualquier punto. Al retirarse, el público insistió hasta que aparecieron nuevamente. Roberto dio las gracias y dijo: “Son conscientes de que es la una y diez de la madrugada ¿no?” El público contestó que sí y que deseaban continuar; total, era ya domingo y no había prisa alguna. Así que abordó un popurrí de viejas piezas cubanas que tuteló bajo el paraguas de “20 Años”. Sonaron “Acércate más”, “Quizás, quizás, quizás”, “20 años” y “Ay, ay, ay qué dolor”, que indicaba “Se acabó. Se terminó”, con lo que, definitivamente, Roberto Fonseca y su septeto cubano finalizaban un concierto pletórico de ritmos y sabores caribeños con un sonido que recordaba mucho a aquellas orquestas cubanas del pasado siglo XX, como también la manera de ejecutar el piano de Fonseca, que nos recuerda esa escuela de Bebo Valdés y otros grandes pianistas de su tiempo.

En suma, noche para los contrastes musicales con una primera parte en la que la barcelonesa Anna Luna nos presentó su proyecto “Argentina besa el Mediterráneo”, adaptando parte del cancionero argentino al estilo Luna que fusiona flamenco, jazz y brasileño con auténtica maestría. Un elegante concierto presentado con pulcritud escénica y respeto máximo hacia las músicas del otro lado del Atlántico. Después, un huracán musical de nivel 5 (el máximo), que nos llegó desde la caribeña Cuba con el pianista, compositor y cantante Roberto Fonseca y su proyecto más personal: La gran diversión.

La próxima cita es este miércoles, 3 de julio, en el teatro de invierno del Parque Almansa, con el trío de otro conocido en San Javier: El pianista Bill Charlap. No pierdan el hilo, porque se lo vamos a contar con pelos y señales.

 

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